martes, 24 de septiembre de 2013

IDEAS PARA EL DEBATE SOBRE LA DEMOCRATIZACIÓN UNIVERSITARIA

I
Ideas para el debate sobre la democratización de la UBA
Marcelo Langieri


La totalidad de las autoridades de las Carreras que componen la Facultad de Ciencias Sociales se eligen mediante el voto directo de los integrantes de los tres claustros que la componen, representando cada uno de ellos el 33% del total. Este voto directo ponderado es la mayor conquista democrática reciente del sistema electoral y de representación de la Universidad de Buenos Aires, que se caracteriza por poseer un sistema político elitista y que margina, a través de diferentes mecanismos, a amplios sectores de la comunidad académica.
El reglamento electoral de la UBA, que rige para todos los Consejos Directivos de las distintas Facultades, además de sostener la elección indirecta del Rector privilegia al claustro de profesores -integrado por los profesores titulares, asociados y adjuntos regulares- a quien le da una representación mayoritaria en los órganos de gobierno. Esta relación se ve fuertemente morigerada en el reglamento Ad Hoc de las Juntas de Carrera de la Facultad de Ciencias Sociales al igualarse la representación de los claustros e instituirse la elección directa de los directores. Además, el reglamento de las Carreras habilita el voto de todos los profesores, sean regulares o interinos, en el claustro de profesores.
Estas conquistas democratizadoras del sistema político universitario fueron producto del proceso de movilización estudiantil registrado en los años 2001 y 2002. Proceso protagonizado por un vigoroso y amplio movimiento estudiantil que supo encontrar oídos atentos en el activo de profesores y graduados. Así se generó una masa crítica que comprometió a las entonces autoridades de la Facultad, recientemente constituidas tras desplazar a sus sectores más conservadores, a institucionalizar las demandas expresadas por el movimiento. Demandas que se sintetizaban inequívocamente en la elección directa de los directores de las Carreras. Las representaciones en las Juntas de Carrera ya habían incorporado oportunamente la igualación en la representación de los claustros y el voto de los profesores interinos.
Es conveniente subrayar que las movilizaciones protagonizadas entonces fueron fruto de la movilización estudiantil con la bandera de la elección directa de los directores de las carreras. Este extraordinario movimiento fue iniciado en la Carrera de Sociología donde el conjunto de las agrupaciones representadas en la Junta impidieron la formación del quórum necesario para su funcionamiento y, específicamente, para la designación de un director como se venía realizando hasta el momento, mediante voto indirecto.
El movimiento por las directas fue extendiendo su influencia en toda la Facultad y particularmente en la Junta de la Carrera de Sociología, que se constituyó en el ojo de tormenta del conflicto. Así fue ganando adhesiones y crispando los nervios de la mayoría en Profesores y Graduados, de origen progresista, que con el desarrollo del conflicto fue virando hacia posiciones cada vez más conservadoras. La pretensión de esta mayoría de forzar una salida burlando las reglas de la Junta que ella misma reivindicaba –designar un director más allá de la ausencia estudiantil- quebró el equilibrio existente y abrió una instancia de superación de la crisis que estuvo fundada en el reconocimiento al movimiento construido bajo la reivindicación de la elección directa.
Conviene subrayar que los sucesos descritos transcurrieron a inicios del año 2002 cuando los vientos de cambio del 2001 soplaban con fuerza y permanecían incólumes los deseos colectivos de transformaciones y de rechazo al statu quo. Este clima fue clave para la construcción del movimiento por las directas y los sucesos posteriores.
Dentro del movimiento hubo una fracción integrada fundamentalmente por los partidos trotskistas que sumó a la reivindicación de la elección directa la consigna “un hombre un
voto”. Esta postura, que tuvo un importante apoyo en el trotskismo, circunscribió sus apoyos fundamentalmente dentro de los espacios de influencia de los partidos trotskistas.
La consigna “un hombre un voto”, más que expresar un deseo democratizador representa una postura de licuación de los claustros con menor número de integrantes, especialmente el de profesores. Para dimensionar el fenómeno, en las últimas elecciones en la Carrera de Sociología votaron 148 profesores y 2700 estudiantes.
Una de las graves cuestiones pendientes en la UBA es la democratización de sus estructuras de gobierno. De manera especial lo es con relación al claustro de profesores, hegemónico y restrictivo con relación al resto. Pero la democratización del claustro de profesores no puede confundirse con la licuación del mismo mediante su dilución y virtual desaparición política. Por otro lado, la pretensión de igualar desde el punto de vista conceptual los elementos de una estructura jerárquica fundada en la meritocracia requiere de discusiones que van más allá de los argumentos inspirados en caras figuras de la ideología liberal.
La propuesta superadora debería pasar por una instancia capaz de contener, sin restricciones, al conjunto de la realidad docente. Otras universidades nacionales han reformado sus estatutos para permitir la formación de claustros únicos docentes que contienen a todos los integrantes, sean profesores, auxiliares, regulares o interinos y la incorporación de todos los integrantes de la comunidad universitaria en los órganos de representación.
Una reforma de esta naturaleza respetaría el carácter legítimo de existencia del claustro docente, que no es necesariamente una clase opresora en sí sino también una instancia en la carrera académica susceptible de ser accesible a toda la comunidad académica y que está relacionada a un proceso de formación y acumulación de saberes. Más allá de las relaciones de poder que también contiene, que se verían afectadas favorablemente con la introducción de medidas de este tenor.
Las juntas de carrera bien podrían ser un espacio de avanzada impulsando la democratización del claustro de profesores para incorporar a todos sus miembros, cualquiera sea su condición mientras se trate de docentes cumpliendo las funciones correspondientes.
El armado de una propuesta en tal sentido debería contemplar una reformulación del claustro de graduados que hoy expresa a los docentes auxiliares junto a los graduados “puros” de las distintas Carreras sin distinción de ninguna naturaleza.
También, manteniendo un sistema de ponderación del peso relativo de cada uno de los claustros, sería conveniente discutir el aumento del peso estudiantil para garantizar una mejor y más equitativa representación.
Esta es una discusión compleja y profunda que la Universidad de Buenos Aires tiene pendiente y que habrá de irrumpir necesariamente. Pero hoy a la luz de las discusiones que están apareciendo resulta importante distinguir entre la democratización y la licuación de los claustros.

Marcelo Langieri 
Setiembre de 2013