viernes, 25 de noviembre de 2011

Fiesta.Qué fantástica, fantástica esta fiesta...





















El programa "Ni víctimas ni verdugos" se escucha todos los martes de 22 a 23hs. por
http://www.realaradio.com.ar/. Allí, en la noche, están Pomarola talk (creadora del concepto del programa), junto a Lucas y Pancho. Este martes 22 de noviembre, en el espacio singular de la REA se festejaba el cumpleaños de José Luis. Allí en la vereda de la calle angosta empedrada se habían sacado mesas y sillas. En la vereda de enfrente donde hay un edificio de lo que fue una gran fábrica de zapatos, se hacen los asados. Esa noche había asado. Adentro Martín tapaba con una lona la vieja imprenta alemana de tipos del año 1900, en el techo estában colgados algunos de los afiches que diseña Superabundan haut. La mesa donde están sentados los conductores está al lado de una de las viejas vidrieras que separan la REA de la vereda. Hay un público que son los invitados al cumpleaños, Marina Oybin que vino con su amiga natalia quien prometió escuchar el programa desde París, tres amigos brasileños ( que los conductores prometieron serían obsevados lombrossianamente para ver cada comportamiento del ser biológico brasileño, ante la situación de fiesta. Como mecanismo de control el experimento atendería también a Nicolás Bohler, francés abrasilerado con influencia alemana - Alsacia y Loena). En el comienzo del programa que tiene como cortina La marcha de San Lorenzo por Billy Bond y la pesada del rock and roll, Pomarola leyó unas frases de Bachtin, porque hablaba de la fiesta y para complacer a un oyente que escucha en su mañana de Vladivostk el programa. Leyeron fragmentos de Filosofía en el tocador, y Nicolás Bohler, invitado, habló de Baudrillard y de Baudelaire. Pero esas pequeñas frases eran los pies para posteriores intervenciones que negaban lo anterior y hablaban de lo sentidos comunes sobre la fiesta y volvían a repetir que estaban observando a Sacha Manoela y Nubia. Sobre todo en el fin de cada bloque, cuando con una introducción de Fiesta de Raffaella Carrá, se escucharon temas de Carmen Miranda. Hablaron de Carmen Miranda, de su experiencia en Hollywood, y que ella dijo "diseron que voltei americanisada". Bueno, en fin, hay que escucharlo ( está en el blog de la radio) porque fue muy intenso, divertido, cínico, etc, etc. Las fotos de mi amiga Manoela Cardoso dicen algo del buen clima de NVNV y de la magia de la REA.

Geraldina Dean, que en reacción a su padre académico se dedica a indagar en los sentimientos de la gente común, presentó la sección Consultorio sentimental, en la que además de Geraldina, todos responden las preguntas de los oyentes sobre las angustias del amor y el deseo.

Patricio Dean

domingo, 13 de noviembre de 2011

Experimento de ruptura: clase performance de Lucas en Socio general

Video de la Clase performance en Youtube

http://www.youtube.com/watch?v=NYuXeMx__h4


Me habían contado de esas verdaderas performances sociológicas que hacían unos sociólogos en California hacia los años sesentas. Experimentos de ruptura las llamaban y consistían en quebrar el fluir naturalizado de la vida cotidiana, precisamente para desnaturalizar, para producir una atención sobre todo lo que se da por supuesto en las más pequeñas cosas de la vida cotidiana y en todo tipo de relaciones sociales. Ahora leí que Harold Garfinkel proponía ejercicios a sus estudiantes que consistían, por ejemplo, en comportarse como extraños en su propia casa y otras cosas más que a la par de provocar conflictos entre los experimentadores y su entorno, resultaban divertidas. Lucas hizo eso o algo parecido en su clase performance que queda registrada en este videoclip tranquilo. Y solo se lee así (como experimento de ruptura) si se incorpora la dimensión temporal, la historia, lo que viene pasando hasta ese momento como rutina en ese lugar.
Lucas nunca usa traje, por lo menos para ir a la facultad (dicen que fue de traje a un casamiento reciente). El traje, sino en toda la facultad, seguramente en Sociología es una indumentaria extraña. No es esperable ver a Lucas dar clase de traje y tampoco portando clásicos anteojos de sol. Mucho menos es que una chica rubia amable, mesurada y bella anuncie al profesor como lo que es: profesor titular, y también el título de la clase que es algo así como: “La Doxa como sinónimo de alienación. Los experimentos de ruptura etnometodológicos”. Tampoco es lo corriente que Lucas hable todo el tiempo tan serio, como un profesor. Además, está el ambiente: la estudiante bella y correcta, expresándose con extrema formalidad y el traje y la formalidad relativa que pudo sostener Lucas, contrastan con la escenografía de mayo del 68 parisino. También contrasta con un viejo escritorio de madera roto, ventanas deterioradas y sillas poco elegantes. En esa situación Lucas lee esa pequeño texto de Macedonio Fernández que exactamente construye una situación en la que el quiebre contundente con lo esperado, provoca en el sujeto de la experimentación, la pérdida de su vida. El cuento, su lectura, la llegada de Lucas a la facultad son una verdadera performance, que es ni más ni menos que lo que hace casi siempre: clases performances con distintas estéticas y entonces diferentes sentidos.
Pomarola Talk

martes, 1 de noviembre de 2011

WINDOWS, de Mariela Scafati








TODAS LAS FOTOS EN

https://picasaweb.google.com/sociologiacontraataca/MarielaEnAbate?authkey=Gv1sRgCKPVoviDx4OaRQ#

Se vienen las rojas


La obra Windows de Mariela Scafati- 36 afiches, pegados en la pared con fondo en variaciones de rojo y frases dibujadas en letras blancas, y otras cosas más-, dice algo, y de manera tranquila pero a la vez vital, sobre los gestos de voluntad, armados sobre el fin de una época, que se imaginan mejores formas de vida colectiva. Y se reafirma lo de de fin de una época porque hay elementos en la obra de presunción fuerte sobre que eso es así. A la vez que no se trazan horizontes luminosos. Ni regodeo construyendo algo que de cuenta de un mundo que oprime, ni futuros esperables Hay una mochila con pedazos de tradiciones rebeldes y un futuro no configurado; y con ella al hombro, se camina vitalmente y con alegrías tranquilas no exentas de desconciertos, el mundo incierto que se va armando sobre la marcha y en el que se desea participar. Los objetos artísticos se construyen con elementos de las tradiciones múltiples del propio campo artístico a la vez que con cualquier otro elemento de la vida. La manera de relacionarse con eso otro remite también a una u otra tradición. Esta es una obra conceptual, y política, que se vale de un recurso común para decir cosas al mundo, los afiches. Pero lo hace reivindicando elementos clásicos y diversos de tradiciones fuertes del campo artístico. En un gesto de implicación con elementos cotidianos de algunas tradiciones políticas, pero construidos desde tradiciones estéticas. Están los rectángulos, sin bordes totalmente explícitos, pero marcados por la diferencia de rojos y por el mismo límite del papel; están las frases que no son el concepto con soporte intrascendente, sino que se asientan sobre esos rectángulos en rojos variados y pintadas con pincel blanco. Y para reafirmar su materialidad clásica están las obras de Scafati recostadas sobre una pared y la materialidad densa de los colores en las obras pequeñas. Obra conceptual que recurre, o cita, a la materialidad específica densa del color; obra política que levanta banderas, o mejor, propone ventanas ambiguas, portadoras de una calma alegría.

Scafatti pegó los afiches de 1,10 por 1,40 cm., desde el piso hasta los tres metros treinta en una sala rectangular que corta alguna de las paredes con puertas y ventanas: seis en cada una de las paredes cortas y dieciocho en la larga sin puertas ni ventanas. Esos tres lados son una continuidad de 30 afiches en papel con distintas variaciones del rojo. Sobre ellos hay diferentes frases en letra de imprenta de distinto tamaño dibujadas en blanco con pincel. Son una unidad. En una de las esquinas el afiche se continúa 20 o 30 centímetros en la pared pequeña. Sus contornos se pueden adivinar por la culminación de la frase, o el cambio de tonalidad, en las variaciones del rojo. En la pared larga en la que hay puertas de doble hoja y ventanas a cada costado, están pegados otros seis afiches más, uno de los cuales no tiene dibujada una frase. En el piso, una alfombra rectangular de aproximadamente 4,40 por 1,40, con tres rectángulos centrales y seis laterales pequeños. El del centro es rojo y tiene la palabra MAR en letra de imprenta en el medio y los dos grandes de los costados son de un anaranjado claro, amarronado. Los dos pequeños del centro son rosas y los cuatro laterales de las puntas son de color azul.

Sobre una de las paredes pequeñas y cubriendo parcialmente los afiches que están pegados desde el suelo hay un mueble de madera. Una especie de mesa repisa y al lado una tabla de planchar también de madera. Debajo de la mesa, y recostados sobre la pared empapelada de afiches, cuadros de Mariela Scafatti de hace diez años atrás. Figuras abstractas geométricas de pulso sin regla. Gruesas líneas marrones con bordes más claros y fondo azul, otra una cruz marrón gruesa entrelazada con una equis bordó con borde amarillo oscuro y fondo rosa. Dos o tres más atrás de esta y otras dos detrás de la anterior. Delante de la primera dos o tres cuadros pequeños con figuras del mismo estilo. La repisa tiene dos estantes. En el de arriba hay tres obras; pequeñas, de marco grueso, que dejan ver al color hecho forma, en su materialidad espesa. El estante de abajo está dividido en tres: un espacio amplio en el medio y dos pequeños a los costados. En uno de los costados una caja de madera que puede ser un marco, pero puesto en posición horizontal y allí nuevamente la densidad de los colores hecho pura materia espesa, en el otro una masa a lo que no se la ha dado forma supuestamente trabajada por las manos, sostenida y envuelta por un papel metalizado. En el espacio del medio tres juegos de platos blancos que tienen el fondo circular intervenido con variantes claras del rojo.

El conjunto no es el resultado de una curadoría que organiza el material del artista en una sala. Este conjunto, obviamente, es la obra, en el sentido más unívoco. En este objeto, en la sala intervenida por la artista, hay al menos, tres elementos que permiten organizar una argumentación para decir algo sobre Windows. En primer lugar las frases dibujadas en blanco sobre esos fondos rojos diversos; en segundo lugar el color, ese color rojo más precisamente, y sus variaciones, y; en tercer lugar, la pared pequeña en donde están la repisa con sus obras y los telas abajo, recostadas en la pared.

Las frases como es obvio dicen algo y por supuesto cada una de ellas dice algo. Pero quizás todas en esta obra se organicen a partir de una de ellas que está dibujada-escrita, en inglés: “it's the end of the world, as we know it (and we feel fine)”.Es el título de la canción del grupo de rock alternativo de Georgia EEUU, R.E.M y es de 1987. Es una cita porque son todas citas: de la web, del habla de la vida cotidiana, de una canción, del heterogéneo que da cuenta de un clima que no tiene programa pero que intuye terrenos comunes. Quizás es la frase más potente y esta escrita en la lengua más universal del presente porque trasciende a la propia sociedad aunque se percibe con fuerza en la propia sociedad. Los afiches con frases, con consignas forman parte de la lucha política revolucionaria desde los albores del siglo XIX y todo el XX. Se transformaron en objeto de consumo luego del mayo de 1968 y en reflexión irónica por parte de un artista conceptual latinoamericano. Los chinos se valieron de los afiches pegados en la pared con caracteres manuscritos, los dazibao, como forma de proponer a la lectura pública temas morales y políticos desde la china imperial. Los dazibao se difundieron como objeto exótico con fuerza en el occidente moderno en época de la revolución cultural Las universidades en argentina que albergan carreras humanísticas y sociales continúan con la presencia de tradiciones de izquierdas y en ellas también la tradición cartelística artesanal. La obra de Mariela Scafati podría, por ejemplo, ser un readymade del hall de la Facultad de ciencias sociales de la UBA, y a primera vista puede parecerlo, pero no lo es. No lo es porque los construyó la artista, pero no lo es porque los significados son diferentes. No solo porque estos elementos que arman la obra están en una galería de arte, sino porque el objeto en su totalidad es otra cosa, aunque es un objeto político y a diferencia de los carteles, es de fuerte productividad política. Es arte político porque construye ventanas ambiguas y alegres para dar cuenta de una zona ambigua, pero con potente potencialidad, que forma parte de un clima cultural con vocación alternativa sin identidades claramente delineadas. Su potencia, está, paradójicamente, en su ambigüedad. No hay consignas fuertes, contundentes, salvo la que anuncia que se ha terminado una época y que eso puede ser motivo de alegría. Hay subjetividades personales en las frases y también palabras de otra época. Se dice “prensa burguesa” y “barricada” pero asociados a otros significantes no habituales a las viejas tradiciones políticas: Hay mención a acontecimientos políticos recientes mezclados con citas de la vida cotidiana y subjetividad individual: “que bueno lo de cristina”, “mi corazón está en la cancha de Huracán”. Está la palabra “peronismo”, pero también la frase ”Soledad constante, incluso entre la multitud” que puede remitir a Baudelaire o a un análisis de Durkheim. Y los afiches son rojos, pero no un solo rojo, sino variaciones del rojo hasta el rosa.

Los que han estudiado el significado histórico de los colores en base a experiencias sociales concretas, recuerdan la centralidad del rojo, tanto que se puede hablar de un pleonasmo dirá Michel Pastoreu uno de esos estudiosos. Coloratus en latín y colorado en castellano significan a la vez rojo y coloreado. En ruso Krasnoi significa tanto rojo, como bello, hermoso. Es el rojo importante en el mundo católico y símbolo de poder, pero también es pecado, lo prohibido. Aunque esté el rojo de Mondrian, la génesis del rojo que aquí interesa para decir algo de la obra Windows, de Mariela Scafati que tiene como uno de los elementos centrales las variaciones sobre el rojo, es la del rojo político moderno de la revolución francesa. En octubre de 1789 la Asamblea Constituyente decretó el uso de la bandera roja colocada en los cruces para señalar la prohibición de formar grupo y advertir sobre la intervención de la fuerza pública a quien violara esa regla.. Cuando el 17 de julio de 1791 una muchedumbre de ciudadanos de París se reunió en el Campo de Marte para exigir la destitución de Luis XVI detenido en Varennes, el alcalde de París ordenó izar la bandera roja presuponiendo una amenaza de motín. Ante esa señal los guardias nacionales dispararon sobre la muchedumbre y hubo cincuenta muertos que se transformaron en mártires de la revolución.
Esa bandera roja, teñida con la sangre de los mártires, es invertida en su significado, apropiada por el pueblo rebelde, y convertida en emblema de ese pueblo y de la revolución en marcha. Los revolucionarios de 1848 adoptaron esa bandera roja y la propusieron como bandera de Francia. Una obra de Henri-Félix-Emmanuel Philippoteaux (Lamartine devant l'Hôtel de Ville de Paris, le 25 février 1848) muestra a un pueblo alzado frente al ayuntamiento portando una bandera roja y a Alphonse de Lamartine, poeta, miembro del gobierno provisional, rechazándola como pabellón del terror y reafirmando la tricolor. En marzo de 1871 cuando los revolucionarios de la Comuna de París tomaron ese mismo lugar enarbolaron en los mástiles del edificio nuevamente ese símbolo rebelde y Marx observó como entonces el “ viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la Bandera Roja” Roja será la bandera de la revolución moderna, tanto que la rusia soviética la adoptó como bandera nacional en 1918 y la revolución china como la de la república popular en 1949.
No es el rojo fuerte de la tradición revolucionaria, en el sentido unívoco, el color predominante en la obra de Mariela Scafati. No es el único rojo, porque ese que asustaba y producía rabia perdió productividad y recolocarlo sin más hubiese significado colgar íconos rebeldes del pasado que actúan en el presente como objeto exótico, posible de ser admirado en tanto ornamento por quien en momentos de su productividad política le hubiera temido Son variaciones del rojo las que hay. Distintos rojos, múltiples rojos que incluyen los rosas. No hay contundencia ni afirmación agresiva en el color como no la hay en las frases que tampoco son consignas en el sentido político más clásico. No se escapan de la pared en forma amenazante con el puño en alto. Están allí en la pared como objeto reflexivo y productor de reflexividad. Intervienen en el presente porque son familiares, pero incluidas como elementos de este objeto, problematizan, dicen algo, en el sentido más fuerte. Pero al fin y al cabo, porque están en un afiche y rojo, aunque disgregado en distintas variantes, hay citas a una tradición poderosa en partes de los siglos XIX y XX. Hay pedazos significativos de esa tradición en el objeto que construye Scafati, como también necesidad de reafirmar zonas imaginadas como más específicas del mundo artístico contemporáneo, en las mismas líneas y tratamiento del color en los afiches, pero muy explícitamente en las obras recostadas en la pared, en la materialidad del color de las obras pequeñas, en los platos intervenidos.
La alfombra, además de una de las obras de hace diez años recostada en la pared, es el único objeto que tiene el color azul al que el gusto predominante puede caracterizar como sobrio. Es donde nos sentamos a escuchar a Orquesta Roja y la lectura de poesías. Quienes estábamos allí realizábamos de manera contundente el aspecto central reflexivo de la obra. Porque no son afiches para levantar, sino ventanas múltiples que recortan una zona ambigua de un mundo complejo en reacomodamiento. Y esa zona ambigua no es cualquier cosa, se arma con pedazos de tradiciones rebeldes en descomposición y con experiencias del presente. Interviene como arte político calmo dando cuenta de un mundo que se está yendo, tanto como de múltiples formas, relaciones y sensaciones atadas con alambre, que están siendo parte de un nuevo momento y cuyos sentidos se irán configurando en la práctica concreta. También es arte político porque interviene proponiendo implicaciones a formas más encerradas en sí mismo del arte contemporáneo. Scafati, la de los afiches, es la Scafati abstracta y la que recupera la materialidad del color, la que se mueve sin inhibiciones entre la pequeña serigrafía de agitprop en una remera, el dibujo naif en un rollo para empapelar y la fortaleza de sus abstractos en papeles o telas cosidas. Por supuesto que se ha construido y se “lee” Windows desde el arte contemporáneo, pero Mariela quizás ha necesitado reafirmar que desde ninguna zona específica dogmatizada, sino de cualquiera de ellas.
L.R




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Intervención rosa en situaciones de peligro extremo

“Hay rosa Dior, rosa Luxemburgo, rosa Sandro, rosicler, rosa chicle, rosa brumoso” me dice Mariela. Se deleita diciéndome los nombres de los colores y mostrándome los grandes paneles “rosas, rojos, corales” que empapelarán las paredes de la galería de su próxima muestra, Windows. A medida que habla, entreveo que hay en la muestra un goce todavía mayor que el de decir y mostrar: se trata del goce que anuda la percepción del color con las expresiones de las palabras. ¿Por qué hay algo más ajeno a los colores puros que las palabras, que vienen a escindir, a molestar lo que se presenta como el grado cero de la pincelada en los monocromos? Entre una cosa y otra, entre el color y la palabra, en ese nudo que sólo se produce en las transversales inesperadas y a la vez deseadas que en la obra de Mariela Scafati fundan la promesa de la política. Pero vamos por partes, porque antes de hacer el nudo, antes de entrar (o salir) en el arte y en la política, hay que ver con qué contamos.
Por un lado, los monocromos: empapelan las paredes, crean el receptáculo, la tabula rosa, la ceremonia, revisten nuestra percepción para hospedar el lugar por el que nos desplazamos. Las referencias estéticas son, curiosamente, las mismas que las de la abstracción de los años cincuenta: Piet Mondrian, Kazimir Malévich, Mies Van der Rohe (¡less is more!). Pero si en los cincuenta lo que importaba era la experimentación artístico-científica, la relación entre el color y la geometría, lo que interesa ahora es la liberación energética de los colores. ¿Qué pueden hacer los colores en un acto o en una marcha? No la ciencia sino la política, no el cálculo sino la acción. Una liberación de la pintura para acceder a la pincelada, a su grado cero: observen de cerca los paneles rosas. Hay algo frenético y a la vez sumamente calmo, adivinamos una obsesión pero también queremos acostarnos en la alfombra para descansar con los colores. Observar la pintura suspendida, la vocación suspendida, la evocación suspendida, el suspense de lo que quedó, del resto, de esos colores que son el último orejón del tarro. Amenaza y promesa: el acontecimiento.
Retorna la tradición geométrica y sus colores puros pero la geometría es desplazada hacia los bordes, a los marcos de las telas y de las ventanas. La pregunta ya no es la misma de los años cincuenta cuando todo giraba alrededor de la esencia de la pintura. Ahora los interrogantes son: ¿dónde comienza / termina una obra y qué significa un marco? ¿cuándo ya no es posible la pincelada? ¿cómo se pone una cosa al lado de otra? Por ejemplo, el color y la palabra, el arte y la política, la obra que terminó ayer y la que hizo hace diez años. En un momento de su vida, a principios de este nuevo siglo, Mariela comenzó a agregar tela a sus cuadros, a desplazar los soportes de madera, a seguir sus geometrías hasta el borde último del cuadro. Ahora hace lo mismo pero ligeramente diferente y esa diferencia es esencial: pinta los paneles, construye una maqueta de la galería y después deberá montar todo no mucho tiempo antes de la apertura. En el montaje, habrá que ajustar obra y galería hasta llegar a los bordes mismos: porque eso es lo que importa en las ventanas, lo que se ve a través de ellas se define por los bastidores que la unen y la separan con el afuera. Windows, ventanas, superposición de tiempos. Por eso el rosa, el monocromo, que es un comienzo, un recomenzar, y la mesa con los cuadros previos a la debacle del 2001, como si en esas abstracciones geométricas coloridas ya estuviese empujando la catástrofe y los nuevos modos de hacer política, porque no hay mal que por bien no venga y porque “la melancolía no es siempre un mal sentimiento”. Por eso también los platos, con su geometría circular y su connotación alimenticia, espacio también de la calma furiosa de los monocromos. Lo que hay que ver en este cuarto rosa-rojo-coral son las relaciones, los juegos entre los bordes. Porque si en los cincuenta para un artista todo sucedía dentro del cuadro, ahora el artista es el que logra combinar la cantidad elefantiasica de información que recibimos y hacer de ella una tabula rosa y también reinscribirla.
“Muchos bordes”, me dice Mariela. “Muchos bordes” y supongo que se refiere tanto a sus estudiantes borders del taller como a sus experiencias de carpintera de los bastidores de sus propios cuadros. Ir con la pincelada hasta que la tela se acaba y extenderla mediantes pincelazos, preguntarse sobre esos límites que se desplazan, se contraen, se expanden.
¿Y la política? ¡Ah, la política! A no apresurarse. No sabemos por dónde va a aparecer la política, aunque es posible que lo haga por los borders. Ese es la primera consigna: el arte no se apoya en una política sino que busca el lugar en el que se produce. Y no sabemos con exactitud dónde sucederá esto: Mariela está atenta a los mensajes de sus amigos, a su trabajo con los niños, a sus apuntes en las libretas. Sus materiales, su campo de acción, lo constituyen diarios personales, periódicos, e-mails, radio, TV, internet, anotaciones en libretas. No sabemos por dónde aparece la política, puede ser en el “streaming permanente” o en la contemplación del rosa. Ahí están las frases que admiten y provocan diversas lecturas: “que sueñes lindo”, “la tristeza de la tierra”, “primavera árabe”, “Amsterdam / Fiorito”, " “it's the end of the world, as we know it (and we feel fine)”, “de retraso” (se refiere a un vuelo), “mar” (rara inscripción del nombre en la obra). Frases que sacadas de contexto adquieren la ligereza impactante del slogan y el misterio de la metafísica. Frases que no entorpecen los colorados rosáceos sino que los liberan. Homero decía que la aurora tenía “rosáceos dedos” y Mariela Scafati nos descubre en ese liminar (aurora rosa) el anuncio de un mundo que ya no será como el que conocemos. La alegría humana sobrevive.

Gonzalo Aguilar